sábado, 31 de agosto de 2013

"LA QUIJOTADA A LA INVERSA" -Parte Dos y final- (Escribe Fredy Ramírez Barrera.) DRA 31-8-13



Cosas veredes Sancho amigo.
       
                          Se hizo mención que la constante siempre fue la misma: una idiosincrasia enfrascada en opiniones triviales y, en la imposición del miedo como arma de sometimiento, la difusión de rumores coloquiales que eran defendidos como si fuesen verdades absolutas, por las que estaban dispuestos desde jugarse la vida hasta hacer el mayor daño posible a aquellos que no estuvieran de acuerdo con su manera de creer o de pensar. Unas élites interesadas en defender sus intereses a toda costa, valiéndose de esbirros, extraídos del pueblo y usados para reprimir a propios y extraños, multitudes que por su misma ignorancia podían ser manipuladas, a partir de su paupérrima condición económica,    
Actualmente, estamos en tiempos que corresponden a la Edad Contemporánea, inmersos dentro de un estadio al que se ha dado en llamar “Era Espacial” y da la impresión que la constante se mantiene.  ¡Cómo es posible…! -se preguntarán algunos intelectuales de escritorio. Claro, hoy tenemos naves espaciales, comunicación audio visual inalámbrica, herramientas cibernéticas: ordenadores y robots, nano tecnología, satélites, derechos fundamentales y una incipiente libertad que casi raya en la anarquía. Pero, cuántas personas están realmente ubicadas a la altura del comportamiento que exige una cultura científica como la del presente: la cultura del siglo XXI. La Comunidad de Sabios del Planeta Tierra está a punto de lograr el hit más grande en la historia de la humanidad: “la conquista del espacio y otros mundos”. En esa razón, el estadio evolutivo del presente demanda conocimientos formales, el manejo de un instrumental desconocido para todas las generaciones que nos antecedieron, y como consecuencia, también una moral superada, aderezada con una praxis capaz de superar todos los exámenes de carácter intrapsíquico y todas las pruebas de carácter interpsíquicas, para convertirnos como entes colectivos en verdadero merecedores del desarrollo tecno-científico, que otros, los sabios hicieron por nosotros, razonando que posiblemente algún día despertará en la humanidad esa capacidad intrínseca que nos eleve hasta la altura de una ética de orden superior. Teóricamente, las diferencias económicas que arrastran los países subdesarrollados serán superadas, considerando que, con los conocimientos actuales deberíamos de ser capaces de multiplicar la capacidad de producción y reducir la tasa de pobreza. Ahora se han descifrado los códigos de la genética. Sin embargo, para que el efecto sea visible, las naciones subdesarrolladas tendrán que hacer un esfuerzo por reducir los niveles de corrupción y asignar un presupuesto preferencial a los renglones educativos, tanto para ampliar la cobertura educacional revisando aspectos fundamentales como son la actualización y formación de un personal verdaderamente, capacitado, capaz de trabajar con la mística y la comprensión que requiere la educación didáctico científica, así como la implementación de áreas experimentales en donde los futuros hombres y mujeres de ciencia puedan desarrollar su talento. Resulta lógico comprender que, a esta generación no le alcanzó el tiempo para entender que el paradigma educativo y socio cultural del presente es diferente a todos los preceptos con los que ellos se formaron en el recién transcurrido Siglo XX, habiendo sido sorprendidos por el desborde de la globalización, quedando desfasada y que, desde esa trinchera obsoleta se pretenda bloquear el proceso educativo de la era espacial, en pleno desarrollo en el mundo de la actualidad. Pero, a estas alturas eso resulta ser una quijotada pero a la inversa, considerando que la carrera espacial, el desarrollo cyber-robótico, el conocimiento de la astrofísica, la biotecnología, la ingeniería genética y otros ramales de la investigación científica, son materias de carácter irreversible. Concluimos citando las palabras proféticas proferidas por el ilustre filósofo alemán Kurt Joachin Grau, en su Tratado de Lógica (1),: ”La conversión de las ideas vulgares, vagas y oscuras, en conceptos científicos cada vez más claros y definidos debe de ser la finalidad ideal de toda la educación popular”.

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